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Destino El Sol

Libro 3 - capítulo 19

Habían sido horas agobiantes, no sólo por el intenso calor si nó también por los nervios de los preparativos y la incertidumbre por lo que deberían enfrentar muy pronto. Para las dos Lulis, además, habían resultado perturbadoras. Esa noche, ambas habían tenido terribles pesadillas premonitorias, aunque no las comentaron con nadie..., ni siquiera entre ellas por lo que nadie sabía que las habían tenido. Jonam y Mörtell se habían quedado viviendo en el recinto y ayudando con los preparativos. Ambos trabajaban como bestias haciendo todo lo que Papo les pedía. Además era fundamental la presencia de ambos para ultimar detalles y familiarizarse con los equipos... Jonam, había perdido ya su estado purificado, transformándose en un soluriano y lentamente se comenzaba a notar el cambio, no solo en el aspecto físico que era evidente, si nó también en su interior. Poco a poco se iba contagiando de la naturaleza realiana, imperfecta y contradictoria, y dejaba salir por momentos su naturaleza innata: orgullosa y superior. Pero hacía un esfuerzo por que no se le notara y por obedecer a Papo. Para evitar que pereciera, apagándose por estar lejos de una fuente de energía estelar, Papo sustrajo de su colección de trajes espaciales del escritorio, uno soluriano que tenía allí desde hacía varios años. Mörtell estaba todo el día gruñendo y maldiciendo, parecía un animal salvaje dando vueltas en su jaula y esperando a que el cuidador entrase por alguna razón para atacarle y escapar. Los chicos trataban de evitar cruzarse con él. A pesar de que ahora estaban todos del mismo lado, no confiaban en él y le tenían temor, sobretodo Lulite. Además, aún retumbaban en los oídos de todos las palabras de Putredecter cuando dejó el recinto: “esto es sólo una tregua, volveremos a encontrarnos y en ese momento no habrá lugar para las palabras...  El mal anida en las entrañas retorciéndose y maldiciendo, y surge victoriosos en los momentos menos esperados. Nadie puede ir en  contra de su naturaleza”  Para complicar un poco más el panorama, Topi Sudaj el ladronzuelo, había conseguido escapar, por lo que estaban todos en guardia esperando que hiciera otra de las suyas. No sabían que podían esperar del pequeño y escurridizo ser. Porque, si bien había sido desterrado de su pueblo, seguía siendo un Topitop, y los Topitop nunca dejan los encargos sin hacer y sus trabajos sin terminar, por lo que todos estaban seguros de que volverían a escuchar de él. El hecho de que Billven fuera con ellos les brindaba mucha tranquilidad. Él también había estado ayudando aunque de a ratos desaparecía sin avisarle a nadie. Según Papo salía a ayudar a seres necesitados. Ese poder fantástico que tenía, de sentir cuando alguien lo necesitaba, le era de gran utilidad y le permitía llegar siempre en el momento justo. 
 
El día de la partida había llegado..., y esa noche partirían hacia el sol. Una nave soluriana los estaría esperando, orbitando Mercurio, donde harían el trasbordo, para luego seguir rumbo al centro del sol. Ese día los chicos no se opusieron de ir al colegio, por el contrario, deseaban hacerlo. Era la oportunidad para ver de nuevo a sus amigos, y despedirse de ellos, aunque no lo supieran. No sabían si los iban a volver a ver, no sabían si iban a poder regresar, ni siquiera si iban a poder salvar al mundo de la destrucción. Recién en ese momento tomaron conciencia de la importancia que implicaba esta misión y de los enormes peligros que entrañaba.  

Cuando el timbre de la tarde sonó, los chicos tuvieron la oportunidad de decirle adiós a todos sus amigos. Estos se mostraron un poco sorprendidos por las súbitas demostraciones de inusual cariño, al final de un día escolar: un apretón de manos más fuerte que de costumbre, un abrazo un poco más prolongado, alguna palmada en el hombro y tal vez alguna frase cariñosa. Mientras se alejaban del colegio se volvieron para ver, quizás por última vez, el edificio que fuera su segunda casa durante el último año y donde hicieran tan buenos nuevos amigos. 
 
El día estaba radiante y los chicos prestaban atención de cada detalle, cada sonido y cada olor que les brindaba la naturaleza, como queriendo atesorar esos fantásticos recuerdo que ésta les regalaba. Luli decidió pasar por la fundación “Los niños del futuro”, antes de volver a la casona. Quería despedirse de Jesse, su buena amiga, y hermana postiza por unas pocas semanas. Los últimos días habían estado muy ocupados y no había podido hacerle ninguna visita.  Los chicos se fueron directo para la casona. Tomi quería ver si necesitaban de su ayuda en el recinto y Santi supervisar personalmente la preparación de los alimentos y bebidas que llevarían en el viaje. El resto de la tarde, la dedicaron a su madre. Estuvieron con ella jugando y charlando. Increíblemente, Pedro, ese día llegó temprano de trabajar y se unió a los juegos. Pasaron una tarde estupenda... Quizás fueran éstos, los últimos momentos que pasarían juntos..., en familia. 
 
Era la hora..., el momento había llegado. La “Nemo IV”, nave insignia de Papo, estaba ya estacionada frente a una gran cueva: la que lleva a la luna, pensaron los chicos recordando el último viaje al sol en busca de magma solar para unir los ingredientes de la pócima antimal. Estaban todos muy nerviosos, aunque no con el mismo miedo como cuando fueran a rescatar a Pedro, Papo y el Varilla a Decadunol. El hecho de que no estarían solos y que además; Billven iría con ellos les brindaba alivio y los inyectaba de valor. Estando él presente sentían que nada podría salir mal.  Papo y Don Odoro, ayudados por sus hijos Adoquín y Varilla, realizaban los últimos ajustes y cargaban todos los petates dentro de la nave. Los chicos quedaron alucinados al ver una especie de moto que iba a ser cargada también en la nave..., “es una moto submarina, quizás la necesiten”, dijo el abuelo mientras les explicaba el funcionamiento. El resto de los presentes charlaba en grupo, animadamente, como tratando de no pensar en lo que habrían de enfrentar. Sólo uno estaba aparte, en un costado, rumiando su propia rabia. Era Mörtell. Todavía estaba molesto de que lo hubieran obligado a participar de aquella odisea. No es que tuviera miedo..., no. Simplemente el hecho de ser partícipe de un acto de justicia y bondad, de salvar otras vidas, lo asqueaba. Pero estaba sólo..., muy solo allí en la penumbra, jugando con unos guijarros. La niña se acercó a él titubeante..., se notaba que significaba un gran esfuerzo para ella. Para hacerlo estaba venciendo sus miedos, pero al verlo allí, solitario un sentimiento de lástima inundó su corazón. Y eso podía más que el miedo.

-Ho..., hola señor. Mörtell –dijo Lulite.

-¡Señor! Jajaja... No soy un señor, y no pretendo serlo. Así que no intentes endulzarme con lo que crees es un halago, niña.

-Lo siento..., no quise.

-Lo siento, lo siento... –se burló. –¡Son tan débiles!, siempre disculpándose, cuidando lo que dicen y lo que hacen. Preocupándose de que los demás estén bien. ¡Eso es basura! Y por eso merecen ser sometidos. Nunca serán una raza superior si no pueden hacérselo sentir a los demás, y esa debilidad es la que los llevará a la derrota.  En eso el Varilla se tropezó dejando caer una caja de metal al suelo produciendo un gran estruendo.

-¡Por el Gra Ädor! Varilla..., ten cuidado con esas cajas. Allí están los detonadores de las bombas. ¡Podrían estallar...! –dijo Papo.   
 
La nave se despegó del suelo suavemente, como si la fuerza de gravedad hubiera desaparecido, y quedó flotando por un momento en al aire. Luego, muy lentamente comenzó a introducirse en la cueva. Papo y Don Odoro pilotaban la nave, los acompañarían hasta Mercurio y allí los esperarían hasta el regreso.

-Bien grupo, si bien conseguir los distintos elementos para esta misión nos demoró un poco, ahorraremos algunas horas de viaje gracias a un encargue que les hice a nuestros amigos los Topi-Top – dijo Papo. –Nos hicieron un túnel nuevo, especial para esta misión con salida en Mercurio, muy cercano a nuestro objetivo.

-¡En sólo dos días! ¿Cómo lo logran? –preguntó Luliro.

-No te olvides que son los mejores cavadores de las siete dimensiones, pero además, para algunos tramos especiales se ayudan con magia...  

-¿Con magia? No sabía que esos seres fueran magos.

-No lo son, pero su “Gran Trabajador” maneja una magia hipoespaciotemporal única y conocida solamente por él. La transmite en forma oral a su sucesor el mismo día de su muerte. Esta raza es increíble..., pudiendo realizar todos los túneles con el uso de esta magia, solamente la utilizan para sortear escollos que de otra forma sería imposible, como ser el de atravesar el espacio. Todo lo demás lo hacen excavando.

-Papo, ¿Y no podrían haber hecho un poquito más y llegar hasta el centro del sol? Nos hubiesen ahorrado muchos problemas – intervino Santi.

-El último tramo, atravesando el sol, es irrealizable hasta para ellos y su magia. Y aunque pudieran hacerlo, nuestra nave no resistiría al calor que habría en ese trecho.

-¡Qué lástima! Si al menos hubiésemos conseguido las cosas antes...

-¡Yo si hubiese sabido como apurar las cosas! –intervino Mörtell mientras le sacaba filo a un imponente cuchillo. –La violencia siempre resulta mágica a la hora de conseguir lo que uno quiere...

-Para nosotros es más importante cómo se consigue, que cuándo –intervino Billven muy serio. –Además, deberás dejar tu cuchillo aquí. Creí que había quedado claro que en esta misión nadie llevaría armas, no las necesitaremos... 
-Faltan pocos minutos para alcanzar la salida del túnel... –dijo Lulite a Mörtell mientras se sentaba a su lado.

–Luego, directo al sol. ¿No le da miedo? Creo que todos lo estamos sintiendo en alguna medida. Incluso Billven..., ha estado muy serio y callado todo el viaje.

-¿Miedo?, ¿qué es eso? ¿Otro sentimiento? No sé, lo que es. Por eso soy tan fuerte, tan brutal... Porque no manejo mis acciones de acuerdo a sentimientos. Piedad, compasión, miedo..., ¡amor! Sólo te hacen más débil, más vulnerable...

-¡Pero es que sin sentimientos te conviertes en una máquina! La única diferencia que habría con un robot es que no pueden desarmarte.  

-El ser perfecto es el logra deshacerse de sus sentimientos, sólo así se logra la libertad absoluta. Te liberas de tus debilidades y no sientes remordimientos por tus acciones.

-¡Pobre Mörtell! Mucho has de haber sufrido para construir una coraza tan gruesa alrededor de tu corazón como para no permitir que otros se acerquen a ti.  

-¿Y tú que sabes lo que...? Bah, sensiblerías y mariconadas. Yo me alimento con el sufrimiento, el mío y el de los demás...    

-Se que en el fondo queda algo bueno en ti.

-¿En mí? Pero es que estás loca? No he dejado de ladrarte y tratarte mal. Ya no sé qué más hacer para que te vayas y me dejes tranquilo... ¿O es que crees que necesito tu compañía, tu charla sensiblera y cursi? No necesito de nadie, nunca lo he hecho ni lo haré... ¡Y tampoco esperen nada de mí porque no lo tendrán!

-¡Míren, llegamos a la salida! –gritó Papo desde su puesto de mando, interrumpiendo a todos. Adelante se abría el espacio infinito dominado por una gigantesca bola de fuego. Los vidrios de la nave estaban oscurecidos para poder mirar al sol directamente. Atrás dejaban el paisaje yermo y picado por infinitos meteoritos, del planeta Mercurio. De no ser por la proximidad del sol podrían haber jurado que se trataba de la Luna. Así de similares son ambos suelos.

-¿Cuál es el rumbo, Don Papo? –preguntó Don Odoro, que oficiaba de copiloto.

-Tenemos que juntarnos con la nave soluriana. Las coordenadas están grabadas en la computadora principal. -Coordenadas..., ¡ya! –dijo apretando unos botones. Inmediatamente la nave dio un giro y se dirigió a un punto predeterminado en medio del espacio.

-¡Allí!, ¿la ven? –dijo Luliro mientras se acercaban. – Muy cerca lograron apreciar la magnífica nave que desde lejos era imposible porque se mimetizaba perfectamente con el sol. De un material totalmente desconocido para los terráqueos, parecía hecha de un metal líquido como el mercurio, pero de oro. Su superficie, suave y de aristas redondeadas, era súper-reflejante y parecía tener movimiento. La nave humana se acercó suavemente y se colocó a un costado. Se desplegó el “cordón umbilical”, un túnel transparente de interconexión que se pegó contra la superficie de la nave solar aunque no parecía haber ninguna puerta o escotilla allí. -No las necesita –explicó Jonam. –Los usuarios de la nave pueden atravesar la pared de ésta por cualquier punto. Se dedicaron a traspasar la carga de la Nemo IV a la nave soluriana. Fue una tarea sencilla ya que se hizo con maquinaria especializada para eso. Una vez terminado, llegó la hora de abordar la nave... 
 
Se pusieron sus trajes espaciales y uno a uno comenzaron a cruzar a través del cordón. El primero era Jonam, quien literalmente “entró” en la pared. Luego fue Tomi, tampoco dudó y pareció que se fusionaba con la superficie de la nave. La sensación era muy extraña, como enfrentarse a uno mismo reflejado en un espejo y atravesarlo, atravesándose. Parecía una de esas películas de terror donde al otro lado del espejo te espera un mundo terrorífico y malvado... Las dos Lulis titubearon pero finalmente, tomadas de la mano, cruzaron juntas. Luego Santi y luego Mörtell. Finalmente y cerrando la procesión intentó cruzar Billven... Pero no pudo hacerlo, se estrelló con una pared dura y fría como el acero. Lo intentó varias veces y golpeó con su puño la ahora sólida superficie. No alcanzaba a comprender qué sucedía ya que durante el traspaso de la carga no había tenido problemas para ingresar a la nave... Jonam emergió al ver que éste no llegaba.

-¿Qué sucede, Billven? ¿Porqué no entras? 

-Eso quisiera yo, pero la nave no me lo permite. No puedo traspasar la pared... ¿Estaré haciendo algo mal?

-¿No te lo permite? ¡Qué extraño! Estoy seguro de que estaba programada para dejar entrar a siete navegantes... Pero si no puedes entrar es porque, efectivamente la nave no te reconoce como habilitado para entrar. Déjame ver  si puedo...

 

En eso una inesperada lluvia de meteoritos cayó sobre las dos naves. Éstas estaban a salvo, tenían escudo de gravedad  que la protegía y además las piedras no eran muy grandes, aunque sí lo suficiente como para destruir el túnel de interconexión que estaba siendo muy castigado. En esas condiciones no duraría mucho tiempo más. Los dos seres que se encontraban, en ese momento fuera de las naves, también corrían un serio peligro.

-¡Maldición! –dijo Billven golpeando con fuerza las superficie lisa. –Tengo que entrar, debo ir con ustedes, no puedo dejarlos solos...

-¡No!, no hay tiempo... Pronto el túnel colapsará y quedarás flotando en el espacio. Tienes que regresar a la nave. Debemos seguir sin ti... ¡Vete! –gritó y se volvió como para ingresar nuevamente a su nave.

-¡Jonam! –dijo Billven mientras lo detenía tomándolo por el hombro y haciéndolo girar. -¡Cuídalos! Cuida a mis niños...

-Lo haré. Ahora vete...

 

Billven corrió desesperadamente por el túnel mientras cientos de meteoritos caían destruyéndolo. Los esquivaba como podía pero sabía que tenía que apurarse, de cortarse el túnel estaría perdido. Apenas pudo ingresar a la nave cuando éste colapsó por completo bajo la furia de la lluvia espacial.  
 
-¡Pero eso no es posible! Estoy segurísimo que los solurianos programaron la nave para el ingreso de siete personas... –exclamó Papo luego de escuchar el relato de Billven.

–¡Esto fue sabotaje! Además, falta un arma.  

-¡Mörtell, maldito! ¡Hay que avisarles! ¿Los han llamado ya? -La radio fue destruida, no hay forma de comunicarse con ellos –respondió el abuelo.

–Lo siento, Billven... Ahora están por su cuenta.

-¡Nooo! –y golpeó con fuerza la puerta metálica de un armario, doblándola en dos. –Donde les haga daño a los chicos lo buscaré hasta en el mismo Hellmon, si es preciso, para hacerle pagar. 
 
Impotentes vieron cómo, cual rayo de luz, la nave salió  disparada rumbo al sol. A la distancia, ésta se confundía perfectamente con una estrella fugaz o un cometa, dejando tras de sí una estela de luz. Papo se dedicó enseguida a tratar de reparar la radio, era de suma importancia avisarle a Jonam, que Mörtell estaba armado. Los esperaba una larga e incierta espera, se quedarían esperando el regreso del grupo, mientras daban vueltas alrededor de Mercurio.  Estaban mirando el espacio cuando fueron espectadores de la evacuación más grande y espectacular de todos los tiempos. Millones de naves solurianas, salían despedidas como chispas del sol. Cuando se hallaban a una determinada distancia de éste se formaba como una especie de vela solar, en la punta de la nave, que aprovechaba el empuje del viento solar para avanzar ahorrando energía. Era un espectáculo increíblemente bello, aunque ninguno en la nave estaba con ánimo como para apreciarlo.  Quién sabe lo que dirían los astrónomos terrestres que pudieran estar viendo este espectáculo con sus telescopios, o qué explicación le encontrarían. Quién sabe si alguien les creería... 

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